Los cimientos de mi pirámide
Este mediodía mientras salía a comerme un bocata de tortilla francesa al jardín, a chupar un poco de sol, pensaba en lo bien cubiertas que tengo mis necesidades básicas, sin darme cuenta podría decirse que todas ellas están satisfechas al 100%, quizás de la mejor manera que el ser humano pueda satisfacerlas.
Mientras mordía el bocata y evolucionaba la idea, me acordé de lo mucho que odiaba de pequeño las tortillas francesas de mi casa (sorry mum) y lo mucho que me encantan ahora, me parecen lo más cercano a pegarle un mordisco a una nube.
Al terminar el bocata me acordé de la pirámide de Maslow, pensé que esto tenía algo que ver. Le eche un ojo y vi: necesidades fisiológicas son (las más básicas, las que necesitamos nada más que para seguir siendo humanos) respirar, alimentarnos y descansar.
Me he quedado observando mi entorno, el cielo azul y despejado, el sonido de los pájaros, (la banda sonora que tenemos sin descanso mientras es de día) y el aire tan fresco que respiro.
¿Respiraré alguna vez un aire mejor que este a diario? En Barcelona bendito era el día que la calidad del aire era ‘aceptable’.
Ahora tengo tiempo, tiempo que generalmente invierto en alimentarme. Porque uno, lo necesito, y dos, me gusta tanto preparar mi alimento como comerlo. Ahora puedo dedicar 3 días a una masa de pizza: uno para la biga, otro para el refresco y al 3 día cocinarla. Tengo tiempo, y este tiempo se ha traducido en muchas cosas en mi alimentación.
Como mejor, y no solo hablo de la calidad de los alimentos, que eso es otra cosa en la que he mejorado mucho últimamente (y en su preparación) sino que como cuando lo siento, cuando lo necesito, me escucho más. En Barcelona comía por hábito, tres y cuatro veces al día. Y en cantidad abundante fuera cual fuese la exigencia de mi día (generalmente nula, porque pasaba la mayor parte de mi día sentado en una silla, pero eso ya es otro tema). Ahora nutro a mi cuerpo, entiendo cuando necesito algo y lo consumo, entiendo cuando no tengo hambre y cuando sí tengo mucha, cuando con poco (o suficiente) me basta, y cuando necesito más.
También este tiempo se refleja en cómo como; como con calma, sin prisa. Al fin y al cabo, no tengo la necesidad de correr, no hay nada que me esté esperando al terminar.
Por las noches cuando cerramos las puertas para subir a nuestra habitación y dormir me asomo y miro el cielo, es una alegría cuando la noche está despejada y puedo ver las estrellas y la luna. Estos días por cierto la luna está creciendo y mañana 25 será luna llena. Al dormir solo escucho a las ramas del jardín moverse, a la lluvia (si cae) chocar contra el tejado y a los esporádicos gemidos de las vacas de las granjas lejanas. Todo está en calma, y puedo reposar y descansar.
En Barcelona me acostumbré a dormir (y a vivir) con ruido, siempre había ruido. Vivíamos en pleno centro (en el barrio Gótico) y siempre ocurría algo. A las 11 se escuchaban las tiendas cerrando, a la 1 de la madrugada el camión de la basura recogiendo toda la basura de la calle. Al vivir en el centro y en una parte muy turística, la basura se recogía a esta hora. Por la mañana a primera hora se escuchaba a las cafeterías abrir, sobre las 7 de la mañana, y sacar las mesas y sillas a la calle. Un poco más tarde las tiendas abrían y empezaba el ajetreo, personas, coches y camiones, y el butanero, siempre el butanero gritando “butanoooooooooo”. Recuerdo que yo le imitaba desde el ático y siempre esperaba su llegada. El resto del día a nuestra banda sonora se escuchaban los diferentes músicos callejeros que se iban turnando. Era mi rutina.
Hoy en día no tengo ruido, duermo en silencio, y vivo en silencio de no ser por el canto de los pájaros, su aleteo o incluso la vibración de las alas de una mariposa, que let me tell you, lo puedes llegar a escuchar. No cambiaría este ruido, me lo quedo.
Y es por esto que al acabarme el bocata pensaba, ¿será este un buen estándar para satisfacer lo que decía Maslow? Quizás ya haya encontrado los cimientos de mi pirámide. Aunque sinceramente, me da igual lo que le parezca a Maslow, yo me quedo con esto. Quizás ya haya encontrado mi propio estándar para el resto de mi vida.