Mi historia con la serigrafía
Ayer me acordé de que en septiembre de 2023 grabé un vídeo de mí haciendo serigrafía, lo aceleré y lo compartí en IG. Lo que al principio parecía como un “voy a compartir algo que he hecho y no recordaba” se ha convertido en todo un viaje por mis recuerdos. Sin darme cuenta al compartirlo empecé a escribir un texto en el caption y me acabé extendiendo, tanto que me quedé sin caracteres disponibles y tuve que continuar en los comentarios, y como esta espiral de recuerdos han traído muchas más palabras, he decidido continuarlo en Ocurre. Comenzaré tal y como lo hice en la publicación. Entre divisores está el texto tal cuál lo compartí. Debajo de ello se encuentra lo que he querido añadir.
Video de 3:55 min de duración de mí acelerado al 4x haciendo algo que hace unos años hacía casi a diario y desde hace aproximadamente 2 años, no hago a menudo, serigrafía.
En septiembre de 2023 emily vendió un montón de ropa de @pomelonewsletter y me tocó desempolvar la maquinaria. Ya que me ponía a hacer cosas aproveché para hacer algo para mí y vigas. Mi hermano también aprovecho la ocasión y me puso a trabajar.
Montamos el set up en la habitación de mi hermano y como estación de lavado/secado/cuarto oscuro el baño de mi madre.
Volviendo a ver el vídeo me doy cuenta de la cantidad de ‘trucos’ que pongo en practica, cosas que aprendí a la fuerza cuando me inicié en la serigrafía e intentaba hacer lo máximo con los medios que tenía. Hice mi primera mesa de serigrafía con un tablón del Leroy Merlín, lo atornillé como pude y le puse dos bisagras de la Vostok y a funcionar. Llegué a estampar cinco colores con ese aparato, siempre llamaba a emily para que me echase una mano porque la verdad que la empresa no era fácil, pero mis ganas por explorar podían con ello.
En nuestro primer piso en Málaga cogía el coche y me iba a proveedores de camisetas por los polígonos solo para probar cosas, me pasaba los fines de semana encerrado en la oficina/taller que preparé para ello. Todo lo que se me ocurría lo hacía, y me encantaba.
Conforme tradingberry fue creciendo casi que me sentí obligado a mejorar mis medios, recuerdo que como hacía las prendas según me las compraban, no tenía stock, cada camiseta o sudadera que me compraban me ponía súper nervioso, no podía cagarla, y a decir verdad, no la cagaba nunca, pero eso no aliviaba mis nervios. Así que un poco por esto y por ganas de subir mi nivel, me compré un pulpo.
Tras mucho comparar decidí comprar uno “chino”. Toda la gente que se dedica a la serigrafía te dirá que posiblemente es una mierda, y no les quito la razón de que no es lo mejor, pero me posibilitó hacer cosas que antes no me eran posibles y para mí fue más que suficiente. Años más tarde me doy cuenta de que no sé qué hubiera hecho con un set up profesional, ahora ni siquiera hago serigrafía.
Obviamente el “chino” no contaba con micro registro ni siquiera los brazos estaban soldados a la misma altura, por lo que tuve que desarrollar truquitos para vencer eso, como por ejemplo (uno que uso en el vídeo) usar monedas para elevar las pantallas que quedan demasiado bajas. Son cosas que ahora hago naturalmente pero en el pasado fueron “grandes inconvenientes”. Evolución y aprendizaje supongo. Respecto al registro (lo que hago al principio del todo) buen ojo y paciencia, y buen trabajo previo (el mejor que puedas) en la insolación.
Hablando de insolación, mis primeras pantallas las insolé con el sol, a pleno sol!! Por suerte en Málaga el sol no era un problema. Creo que estaba 30 segundos, comparados con los 6 minutos de un foco halógeno (lo que utilizaba posteriormente) de 500 watios… te puedes hacer una idea de lo dura que se quedaba la emulsión si me pasaba de tiempo y la cagaba!
Creo que siempre miraré con cariño la serigrafía (y todo lo que hice con ella), y seguramente sea algo que me acompañe durante el resto de mi vida, quizás con periodos más cercanos y otros más lejanos.
No sé ni siquiera por qué he escrito todo esto pero me lo he pasado bien recordándolo. Si tienes alguna pregunta sobre serigrafía, let me know! Creo que I know a thing or two…
El vídeo tiene apariciones esporádicas de mi hermano y Emily.
Creo que todo esto realmente comenzó en 2017, durante ese verano yo trabajé reparando bicicletas en el Decathlon. El taller también se encargaba de la personalización de ropa que ofrecía la tienda y contábamos con un plotter de corte de vinilo, una impresora de vinilo, una plancha y una grabadora de placas y medallas. Esto último no me llamaba mucho la atención pero aun así recuerdo grabar unas cuantas cosas con ella, entre ellos una medalla para mi hermano poniendo algo como “para el hermano más pesado” o algo así.
Lo que sí que llamó mi atención fue el plotter. Teníamos un ordenador con el programa de diseño, el Corel Draw y recuerdo que mi compañero Raúl me enseñó a utilizarlo, al principio solo para poner lo básico, los nombres de los clientes o lo que fuera que pidieran, recortarlo y pegarlo en la prenda. Pero yo recuerdo verle a él hacer cosas en los ratos en los que no teníamos nada que hacer, y recuerdo decirle que quería aprender. En estos ratos muertos estábamos los dos pegados al ordenador, él explicándome lo que hacer con los nodos, trazos y capas. A mí me parecía muy tedioso eso de los nodos y aprendí el shortcut del programa para vectorizar una imagen y poder cortarla con el plotter. Metía la imagen en el Corel, la vectorizaba a lo bruto con el programa y la cortaba en el vinilo. Salían verdaderas atrocidades de ahí, pero no me importaba. Conseguía lo que quería.
Le pedí que me pasase el Corel pirata y me ayudó a instalarlo en un viejo ordenador Dell (muy viejo). Posiblemente esto fue el inicio de mi faceta de “diseñador”. A partir de ahí aprovechaba cada rato para utilizar el programa y aprender, y sobre todo, hacer diseños, vectores, que me pasaba por correo al ordenador del Decathlon y cuando estaba solo y no tenía nada que hacer, aprovechaba y me fundía los rollos de vinilo de la tienda. Y no, no estoy exagerando, no sé cuántos metros de vinilo pude costarle al Decathlon. Recuerdo que los guardaba en mi armario y tenía una montaña que llegaba hasta mi cintura.
Creo que fue por esta razón por la que Raúl se resistió a enseñarme a usar la impresora de vinilo, quizás se hacía una idea de lo que hacía en mis ratos libres con el plotter de corte y temía lo que fuera capaz de hacer con la impresora. Solo me enseñó a usarla la última semana y la verdad es que apenas imprimí un par de cosas.
Con todo esto se acabó el verano, yo volví a Málaga cargado de vinilos, (en la mayoría ponía “jmb”) que esporádicamente pegaba en camisetas que compraba en zara o h&m, si tenía que llevar una camiseta que al menos pusiera algo que había hecho yo. Creo que esta idea se ha mantenido constante hasta hoy.
Ya en Málaga empecé a indagar más en lo que había aprendido durante el verano, el mundo de la personalización. Me encontré con la “serigrafía”, algo que sonaba super distante pero que a la vez me atraía un montón. Empecé a leer, a interesarme y a descubrir sitios donde hacían serigrafía. Recuerdo pensar que eso era muy complicado como para poder hacerlo en mi casa, parecía necesitar un montón de cosas y de espacio.
Con esto, me surgió la idea de hacer unas camisetas, utilizando serigrafía, este era el requerimiento imprescindible. Empecé a buscar empresas en Málaga y acabé encontrando una en Fuengirola que era relativamente barata y estaba dispuesta a hacer una tirada corta, creo que fueron 6 camisetas como mucho. Las primeras camisetas de tradingberry por cierto, y ya estaban todas vendidas, a amigos. Intenté ser bastante claro con que lo que yo quería era serigrafía, nada de vinilo ni de impresión digital. Sí sí, por supuesto. Me fui de allí contento y aliviado, por fin iba a tener una experiencia cercana a la serigrafía. El tiempo pasó y las camisetas no estaban listas, la siguiente semana decían. Llegaba la siguiente semana y obviamente, no estaban listas. Finalmente una semana debió bajar San Pedro a meterles prisa y me avisaron de que ya estaban listas, que me pasase a recogerlas. Mi ilusión no cabía por la puerta. Llegué a la tienda y me enseñó el producto.
Se me cayó el alma a los pies, literal.
Después de toda esta espera (obviamente no estaba entre sus clientes prioritarios con mis seis camisetas) todo el pedido estaba mal. Pedí las camisetas con el logo en blanco, lo hicieron en negro. Pedí serigrafía, hicieron impresión digital. Pedí serigrafía en las etiquetas, me pusieron un vinilo. Cuando vi el color recuerdo pensar “wtf? He tomado el tiempo para mandar mockups de cómo quiero todo específicamente y me haces esto?” Pedí explicaciones y encontraron al culpable, resulta que el que se encargó de hacerlo decidió imprimir mis mockups en blanco y negro, y como el logo salió más oscuro que en la imagen original decidió ponerlo en negro.
Me ofrecieron volver a hacerlo, pero se iban de vacaciones así que si ya habían tardado sin vacaciones, imagínate con ellas. Y tenía a gente esperando. Decidí cogerlo como vino (quizás mi primera experiencia surrendering to life), volver a Málaga y explicarles la situación a los compradores. Por suerte, siendo todos amigos, a ninguno le importó y todos aceptaron sus camisetas.
Después de esta experiencia me dije a mí mismo que nunca más, tú puedes hacerlo y lo vas a hacer, your way. Y así fue cómo descubrí un kit de iniciación a la serigrafía de la Vostok (una tienda maravillosa en Barcelona que por desgracia para todos años más tarde cerró).
Me llegó el kit y ese mismo día me puse a probarlo, ya tenía los fotolitos (láminas de acetato transparentes donde imprimes el diseño que luego pasarás a la pantalla de serigrafía) listos, así que con ayuda del sol insolé mi primera pantalla. Un desastre, la emulsión quedó dura como una piedra y tuve que volver a intentarlo. A la segunda salió perfecto, al menos todo lo perfecto que le podía salir a un principiante como yo.
Y desde ese momento todo fue un no parar, una exploración, creación y evolución constantes que me acompañaron durante 5 años y cuatro mudanzas. Me gusta verme a mi yo de ahora entendiendo la serigrafía como una extensión de mí, como algo que hago casi sin esfuerzo y siempre sale bien, y recordar a mi yo del pasado hecho un lío, con dudas y sin una consistencia clara. Estaba aprendiendo y costó llegar a donde llegué, pero aquí estoy.
Durante estos años he probado de todo, y he hecho de todo, con lo que tenía a mi alcance. Desde el principio me decanté por tintas base agua ya que podía secarlas y curarlas en casa sin necesidad de tener un horno o lo que fuera. Con un secador o una pistola de calor, una plancha y tiempo era suficiente.
He hecho serigrafía sobre textil, sobre papel, sobre madera, plástico, vidrio, cerámica… incluso sobre piel humana, cuando Emily me prestó su culo para ponerle un “trby” en rojo en el cachete.
Si yo pensaba que se podía serigrafiar lo probaba, si salía bien pues eso que me llevaba, y si salía mal… bueno, aprendía. Recuerdo que a Emily mis pruebas no le hacían tanta gracia (aunque siempre me apoyó, lo único que pedía es que lo intentase hacer bien), sobre todo cuando me dedicaba a personalizar nuestra ropa.
Llenaba la casa de objetos serigrafiados, lámparas y tazas del ikea, mesas, sillas, vasos… es que me daba igual, me las ingeniaba para poder hacerlo. Obviamente algunas estampaciones no perduraban, en la mayoría utilizaba tintas textiles y como te puedes imaginar, la tinta textil sobre la cerámica no adhiere, pero repito, me daba igual, yo quería probar, expandirme. Si me gustaba ya vería después cómo hacerlo adecuadamente.
Probé otras tintas, tintas para vidrio, para papel, con efecto puff…
Me encantaba, me encerraba en mi oficina/taller y ahí pasaba las horas, diseñando en el ordenador (al principio usando Corel y luego Gimp, I was a broke student too…). Si me surgía algo iba en el momento a la copistería, imprimía el fotolito y preparaba la pantalla. La serigrafía me enseñó algo de paciencia también, ya que el proceso de preparar una pantalla requiere de tiempo (limpiado, secado de la emulsión, insolación) y por mucho que quisiera, no podía acelerarlo.
Serigrafié mis propias pegatinas para tradingberry, algo que pronto me di cuenta de que era inviable. Hacía mis propias etiquetas serigrafiando tela de pana y cosiéndola después. También serigrafiaba trozos de vinilos (ya te puedes imaginar de donde salieron) con logos de tradingberry y los ponía en la ropa, que vendía.
Es increíble pensar que en medio de todo esto además estaba vendiendo ropa que yo mismo estampaba. Loco! No es que vendiera un montón pero lo suficiente como para mantener esta exploración, todo el dinero que ganaba lo dedicaba a comprar cosas para hacer más cosas, más ropa, más tintas, más raseros, más pantallas…
Compraba los raseros al metro porque eran más baratos y los cortaba a la medida que necesitaba. Había que ingeniárselas!
Qué suerte tuve de tener a Em al lado y que ella misma favoreciese y fomentase toda esta exploración. Nunca le importó que tuviera la casa patas arriba con todas mis pruebas o que el baño (por suerte en todas nuestras casas tuvimos dos baños) estuviera hecho unos zorros. Quizás fue la primera vez que conectaba realmente con algo que me movía por dentro, quizás fue la primera vez fui consciente de que yo podía hacer lo que quisiera. Quizás sin ella no hubiera sido posible. Ella por cierto fue la que decidió regalarme el kit, yo lo deseaba pero en aquel momento mi dinero era limitado y ella dio el paso por mí.
Muchas veces pensé que lo que hacía no era suficiente: o no producía suficiente, o no era suficientemente bueno o no tenía suficiente (en cuestión de herramientas). Echando la vista atrás me doy cuenta de que fue tan perfecto como tenía que ser, ni más ni menos.
Recuerdo también que cuando hacía ropa, ya que creo que era mi mejor “medio de expresión”, lo colgaba en perchas y lo ponía por la casa, en sillas, en la burra, en las barras de las cortinas, donde fuese. Emily siempre me decía que quería usarlo ya, quería ponerse esa ropa que acababa de hacer. Yo le decía que tenía que esperar, que le iba a hacer fotos. Quizás no era tanto por las fotos y más bien por yo mismo tomar un momento para valorar y apreciar lo que había hecho, saborearlo un poco más hasta que hiciera la siguiente cosa.
Una vez me dio por serigrafiar unos pósters, hice dos tipos y los pegué por las calles de Málaga. Me gustaba dar vueltas por donde los había pegado y ver si seguían allí. Al tiempo los que resistieron formaron parte de un experimento colaborativo, gente empezó a escribir en ellos, aunque creo que solo ellos entendían lo que querían decir!
También otra vez me dio por serigrafiar un montón de totes y pegarlos por el centro de Málaga. Por la tarde recorrí los sitios y ya no quedaba ninguno. Nunca nadie me dijo nada (dejé dentro de cada uno un mensaje), por lo que espero (y quiero pensar) que fueron personas las que lo cogieron y no los de la limpieza.
La serigrafía me mantuvo ocupado durante unos cuantos años de mi vida, durante algún tiempo incluso llegué a pensar que quizás este era mi futuro, ser un buen serigrafista, uno en el que las personas pudieran confiar y no tener experiencias como la mía. Con el tiempo (y a la par que mis ganas de continuar con tradingberry descendieron) la serigrafía tomó un lugar secundario en mi vida. A día de hoy es una herramienta más para mí, algo que tengo entre mi conocimiento y habilidad y de lo que puedo echar mano cuando lo necesite.
Sinceramente, me ha gustado mucho este viaje por mis recuerdos, ha despertado en mí muchas cosas bonitas del pasado. También me alegra pensar que esta experiencia de mi vida no solo se redujo a mí, a mi persona y que como a la par vendía las cosas que hacía a través de tradingberry, muchas personas a lo largo del mundo guardan una parte de esta experiencia también.
PS: Tengo miles de fotos que me gustaría mostrar pero uno, el post sería demasiado largo y dos, serían todo fotos y poco texto. Quizás algún día comparta más. Y sí, no son las fotos más aesthetic pero me da igual, son lo que quiero compartir, aunque me dejo muchas en el tintero.